Hace varios miles de años, el hombre comenzó a transformarse en agricultor, recogiendo el trigo y moliendo sus granos para alimentarse cuando necesitaba. Luego descubrió que podía formar una masa con esos granos molidos y agua, y estirarla finamente dándole forma de disco para cocerla sobre piedras calentadas al rojo. Es así como el pan, las galletas y derivados se encuentran en las raíces de nuestra civilización.
Fue hace 6000 años en Egipto, cuando notaron que la masa conocida como pan, algunas veces estaba como “hechizada” y alguna fuerza misteriosa la hacía llenarse de aire, para luego desinflarse, así fue como descubrieron el principio del leudado. A lo largo del tiempo y en otros lugares del mundo, podemos encontrar este tipo de panes enriquecidos con aceitunas, chicharrones de grasa de cerdo, miel, pasas, piñones; todos antepasados de los panettones, tartas dulces y bollos de nuestros días.
La pizza, uno de los platos más exquisitos y populares en todo el mundo, tiene sus orígenes en la ciudad de Napoles.
La pizza se presenta como una comida típica de las culturas que históricamente se han asomado sobre la cuenca del Mar Mediterráneo, y en Nápoles, ésta hallará su patria. En ésta ciudad italiana, cerca del año 1000, se hablaba de la palabra “picea”: un disco de masa puesto al horno ya con sus ingredientes coloridos y la palabra “pizza” aparece inmediatamente después, denominando a un pan chato con alguna cubierta y a los discos de masa rellenos y fritos. El tomate no existía en Europa hasta que fue introducido desde América; pasó siglo y medio antes que los europeos descubrieran las virtudes de éste en la cocina y los napolitanos en particular, hicieran de él su bandera culinaria.
Hacia fines del siglo XVIII, en Nápoles, la gente reconoció a la pizza antes de que ésta emprendiera su vuelo por el mundo. Las primeras fueron con ajo, crudo o cocido y aceite, la de muzzarella y anchoas saltadas, algunas cubiertas con pescaditos “cicinielli” y la roja pizza con tomate.
En 1889, el rey Humberto I y la reina Margherita pasaban el verano en Nápoles. La reina sintió curiosidad por esta comida popular y como no podía asistir a una pizzería, pidió que el renombrado “pizzaiolo” Don Raffaele Esposito fuera a palacio a prepararle estas delicias. Aquella variedad, con los colores de la bandera italiana, compuesta por tomate, muzzarella y albaca encantó a la reina y él en su honor la bautizó con el nombre “Margherita”.
El principio del nuevo siglo ve la pizza lista para su difusión en la nación y en el mundo, más allá de los confines napolitanos, la pizza se ha convertido en patrimonio de la entera humanidad. Actualmente, existen un sinfín de variedades de rellenos: los hay con jamón, hongos, choclo, berenjenas; ternera, huevo, logrando combinaciones realmente novedosas y exquisitas.